Ayer hubo huelga, si, pero no general. Una huelga, para ser general ha de paralizar un país, y ayer el país no se paralizó. Ya por la mañana al moverme por mi barrio vi que los comercios estaban abiertos, curiosamente un hospital de día para ancianos había cerrado por huelga. Los demás, panaderías, bares y peluquerías, abiertas. Por la tarde cogí mi bicicleta para acercarme al Paseig de Gracia, ya al circular por la calle Guipuzcoa me he percatado que la mayoría de los comercios, y es una calle con muchos comercios, estaban abiertos. Conforme me acerco al centro voy viendo que algunos si que están cerrados. En las cercanías del Paseo de Gracia es donde la sensación de huelga se hace patente. Es allí donde se centran los manifestantes en no permitir que las persianas se levanten, ya que es allí donde se dirigen todas la miradas informativas y El Paseo de Gracia es una marea humana, de pancartas contra la reforma de silbatos de gritos. Las cifras están ahí, la sensación allí es de que se puede conseguir. De vuelta ya por la calle Valencia y conforme me alejo de la manifestación la normalidad de un día cualquiera, bares, supermercados, fruterías, farmacias, ferreterías, todo abierto, o casi todo, algunas persianas si que vi cerradas pero las menos.
El problema, para mi, es que con los derechos que tenemos los trabajadores y que han costado sangre, sudor y algunas vidas, nos pasa como con el agua corriente que de disfrutarla cada día no somos conscientes de lo que cuesta y de que hay millones de personas que no pueden disfrutarla.
Y el otro problema es que parece que la crisis la ha ocasionado estos derechos de los que disfrutamos, como si el del restaurante de la esquina por poder despedir más barato fuese a servir más comidas, las comidas las podrá servir si la gente tiene dinero para poder comer fuera, no si nos van recortando el sueldo y los derechos. O como si mi amigo que tiene una empresa de vallas publicitarias, por poder despedir más barato fuese a montar más vallas, no monta vallas porque no se vende y no se vende porque cada vez hay menos gente con recursos.
Me lo ha dicho un niño de siete años.